Esta semana llega cargada de noticias interesantes: la declaración de Urdangarín, las reacciones que sigue generando la reforma laboral, los disturbios durante las protestas de los estudiantes valencianos, el rescate económico de Grecia, el tesoro de la fragata "La Mercedes"...
Llevaba horas estudiando periódicos y webs de actualidad, buscando algo sobre lo que realmente me apeteciese escribir. Quería que fuese algo importante y divertido, algo que nos implicase y afectase a todos, que produjese muchas reacciones. Y sin embargo, pese a lo trascendental de las noticias estrella de los telediarios y portadas de periódicos, ha sido una pequeña reseña la que no me podía quitar de la cabeza.
Son esas pequeñas historias, de personas anónimas, en lugares lejanos y que no afectan al curso de nuestras vidas, las que nos llegan al alma, porque sabemos que podría pasarnos a cualquiera.
Se trata del caso de Diane Aulger, una joven de 31 años, residente en Dallas (EEUU), embarazada, a tan solo unos días de dar a luz, que veía como su marido, Mark, agotaba sus últimos días de vida en la cama de un hospital, víctima de un cáncer.
El médico había sido muy claro, no se podía hacer nada por su vida y solo les quedaba esperar que llegara el inevitable final.
Así que Diane, decidió hacerle a su marido un último regalo: darle la oportunidad de cumplir el sueño de conocer a su hija antes de morir. Para ello, solicitó adelantar el parto los quince días que quedaban de gestación.
Mark pudo sostener en brazos a su pequeña Savanna durante 45 maravillosos minutos en los que no dejó de llorar, seguramente mezcla de la emoción y de la tristeza por todas las cosas que se perdería.
Moría tan solo cinco días después, pero por lo menos se llevó con él el tacto y olor de su bebé y el saberse tan amado por la generosa Diane, que no dudó en luchar por hacerle este último regalo.
Estas pequeñas historias son las que hacen que nos demos cuenta de lo que realmente importa en la vida.